Hemos aprovechado este magnífico verano para ampliar la información de nuestra guía Oporto con niños. Y la semana pasada tuvimos una tarde súper bonita en el Zoo Santo Inácio.
El Zoológico de Santo Inácio es como yo le llamo: el zoo de oporto. Aunque no está en la ciudad de Oporto como tal. Se encuentra en Avintes, en la vecina ciudad de Vila Nova de Gaia.
En la página que hemos hecho, Zoo Santo Inácio, puedes ver los detalles técnicos. Aquí en este post, vamos a ver en fotos lo bonito de nuestro recorrido por el parque.
🙂
Apenas entramos al zoo, pasó esto:
“Hey, tu, la chica con la cámara: ¿tienes algo para mi?”
“A ver, a ver déjame olerte.. No, parece que no traes nada comestible…”
“Hey, tu, grandullón, qué llevas en esa caja ¡Bingo!”
“Bueno.. no he tenido suerte… aunque aquí viene la más pequeña..”
“Olá pequenina ¿me cortas un poco de hierbita por favor?
¡Yes!”
Así iba al diálogo en mi cabeza. Y a esta altura, ya no me importaba si habían leones, tigres y panteras. Yo podía quedarme simplemente sentada con los Perritos de las praderas. Ver a Mími conversar con ellos y alimentarlos me hizo feliz.
Pero bueno, sí conocimos el resto del zoo. Aunque hicimos el recorrido sin parar mucho rato en cada hábitat, Mími y yo queríamos volver con los perritos.
El espacio del zoológico me pareció muy bonito. Está muy bien cuidado y las “casitas” de los animales tienen espacio y están impecables. Hasta ahora no he visitado ningún zoo en Portugal que no esté así.
Hicimos una parada para ver la demostración de vida salvaje. Con unos guacamayos de colores brillantes que volaban por todo el espacio. Mími dijo que se parecían a Blu, de la peli Río.
Después de ver a los monos, que enloquecieron también con el paquete de cruasanes que el padre traía en la mano, conocimos a un animal nuevo: Mabeco.
Ellos no estaban tan emocionados como nosotros por verles. Pero bueno, hacía calor y era la hora de la siesta.
Son muy parecidos a las hienas físicamente, pero son en realidad un perro salvaje africano.
Más adelante nos topamos con uno de los mayores hábitats: sabana africana.
En esta gran zona, conviven varios animales: cebras, avestruces, antílopes y los amenazados rinocerontes blancos.
Mími a esta altura estaba muy emocionada. Iba de hábitat en hábitat hablando en varios tonos más altos de lo que acostumbra, y costaba llevarle el paso.
Así nos encontramos con unos simpáticos camellos.
Mími nunca había visto un camello así que se detuvo un rato a verlos. Les cantó una canción, y seguimos.
El hábitat de los leones en el Zoo de Santo Inácio tiene una particularidad que lo destaca, un gran túnel de vidrio de seguridad. Si tienes suerte, puedes ver a los curiosos leones muy de cerca, ya que se acuestan justo encima del túnel.
Nosotros no tuvimos suerte. Hora de la siesta. Así que tuvimos que conformarnos con verlos a más distancia.
Visitamos otros animales, y hasta nos encontramos al señor conejo de pascua descansando en su casita portuguesa.
Vimos a una mamá chigüire compartir con sus crías.
Nos derretimos de ternura con la mamá liebre alimentando a su bebé..
Y acariciamos terneros y ponis en la zona de animales de la granja.
También vimos llamas, hipopótamos pigmeo, muchísimas aves, como los pingüinos de humboldt, reptiles, y muchos animales más.
Y al final del recorrido ¿adivinen quiénes nos estaban esperando?
“¿Son ellos? ¡Sí! parece que ahí vuelven”
🙂
Fue una tarde linda de agosto.
El Zoo Santo Inácio participa en los programas de una red internacional de parques zoológicos encargados de la reproducción de especies amenazadas. Sus animales tienen alta variabilidad genética, lo que permite la reintroducción en los países de origen de ser necesario.
Ningún Perrito de las praderas fue alimentado con cruasán.