Ya era primavera, un día soleado con media de 25 grados en casi todo el país. Estábamos paseando cerca y pensé “este es el momento”. No importaba que ya no fuera el escenario mágico de invierno rodeado de blanco, igual quería finalmente subir hasta las montaña mas altas de Portugal continental.
Nos preparamos temprano, un paseo mañanero a Pipa antes de ponerla en su transportadora y subir al carro.
Después de varias curvas por una carretera que está en buenas condiciones pero que me pondría al borde de un ataque en el invierno, comenzamos a disfrutar de los paisajes preciosos de la sierra.
Pero la sorpresa que nos llevamos al llegar a la cima fue lo mejor. De las cosas más bonitas que nos han pasado este año ¡Había nieve!
Nieve suficiente para jugar, para hacer muñecos, para deslizar en trineo. Y lo mejor de todo es que no hacía mucho frío. No llevábamos más que un abrigo por persona “por si estaba más fresco arriba”.
Alquilamos un trineo y pasamos una hora riéndonos a carcajadas en la nieve. Absolutamente todas las personas que se encontraban en el parque estaban con el mismo espíritu. Todos los adultos parecían niños.
Y Pipa encantada, claro. Lo más parecido que ha visto hasta ahora a la tierra de sus ancestros.
Después de una sopa de esas portuguesas deliciosas y de abastecernos de queso local, volvimos a la casa rural donde nos estábamos quedando, increíble que a solo 45 minutos de toda esa nieve, el día estaba así:
¡Al fin! conocimos la Serra da Estrela. Y agregamos un distrito visitado a nuestro mapa: Guarda.